Este fin de semana, el Magazine de Le Monde le
dedicaba unas páginas a Sophie Calle, una artista francesa a quién conocí por
casualidad en un museo de Toulouse. Desde entonces, su obra ha llegado hasta a
mí un poco por casualidad: una persona que me habla de ella, un regalo, un
artículo en el periódico. Quizá de una manera tan espontánea como ella parece
abordar su obra. O podríamos decir su vida, porque Sophie Calle ha franqueado
la barrera de la performance o el happening, convirtiendo su propia vida
privada, sus actividades e incluso a su familia, en piezas de una
representación global, de una forma de vida que es en sí una pieza artística. Sus
proyectos – llamémoslos así – son de índoles diversas, van desde invitar a
desconocidos a dormir en su cama para observarlos dormir, hasta no abrir sus
regalos de cumpleaños o grabar la muerte de su madre y exponerla.
En su obra se entremezclan realidad y ficción. En un
momento dado, su camino se cruza con el de Paul Auster: el escritor utiliza
retazos de la biografía de Calle para construir su personaje en la novela
Leviatán. Ella, agradecida, decide a su vez apropiarse de la vida del personaje
que ha ayudado a crear. El personaje y la persona se entrelazan en una serie de
siete pequeños libros en los que Sophie (la persona) y Marie (el personaje)
comparten su vida y rituales. Para el último libro de la serie Calle le pide a
Auster escribir un personaje para ser “llevado a cabo” por ella, una especie de
interpretación teatral llevada a la vida real. Paul Auster le envía unas
instrucciones para “mejorar la vida en Nueva York”. Con gran ironía, Calle
analiza y ejecuta las “órdenes” de Auster.
Lo que puede resultar curioso en toda la serie es
que la vida y rituales de Sophie resultan mucho más novelescos si cabe que los
de Marie. Sus “proyectos artísticos” superan en cierto modo la imaginación de
un escritor.
Interacción Sophie - Marie: el personaje de Paul Auster sigue una dieta semanal por colores, Sophie se impone la misma |
Me da la impresión de que sobre ella se podrían
escribir páginas y páginas. Su obra es extensa y fascinante. Su vida, si es que
se puede hacer una distinción entre ambas, puede resultar excéntrica y sin duda
exhibicionista, pero yo veo en ella a una persona que ha renunciado a una vida
privada para
convertirse en el modelo de su propia obra (y modelo de la obra de otros), tal
como un artista que se autorretrata, pero en este caso, quedándose de por vida
dentro de un lienzo expuesto.