Una carta al director en un periódico de tirada nacional mencionaba con estupor el cambio de vocabulario desde la megafonía del metro de Madrid.
A mí también me chocó que un día cualquiera la pareja de locutores dejara de llamarme usuario para llamarme cliente. Enseguida pensé que alguien habría de haber ideado tal ocurrencia en las reuniones de innovación del metro de Madrid. Sin embargo no se me ocurrió el motivo de tal idea, puesto que fuera cual fuera el beneficio, sus consecuencias económicas son a todas luces negativas: hay que volver a grabar todos los anuncios de megafonía con los sueldos y energía que eso supone. Y todo para crear algo que ya estaba bien, una nomenclatura en la que seguramente ningún “usuario” recaía, pero que a fuerza de cambiarla ha captado nuestra atención.
Los motivos son una incógnita. Somos clientes y usuarios también. Pero la primera hace hincapié en el precio que pagamos y la segunda en el servicio que utilizamos.
Para unos usuarios quemados por la subida constante de los precios de los abonos transporte, la creación de suplementos al viajero por aquí y por allá, la poca duración del abono joven, etc, etc... escuchar constantemente la palabra que remarca el precio que gastamos en un transporte que además de dinero nos cuesta tener media ciudad levantada, cortes constantes para su mejora y mantenimiento y algún que otro susto con la seguridad privada que supuestamente nos protege, no parece lo más adecuado.
El metro de Madrid es uno de los mejores de Europa, eso sin dudarlo. Pero su gestión peca de populista, sus mejoras van encaminadas más a la propaganda para Comités olímpicos y otras actividades que se precien, que para garantizar un transporte fiable y eficaz a los ciudadanos de Madrid.
Cada día el metro se va pareciendo más a un lugar controlado por un Gran Hermano (o hermana). Con pantallas que profieren mensajes de realimentación de los partidos que lo mantienen, de cuyo sonido no puedes escapar en sus pasillos subterráneos ni bajo sus techos acorazados. Los anuncios invaden poco a poco todos los rincones, pero también los mensajes cariñosos (“ojalá pudiéramos realizar las obras sin que se notara”, “hemos escogido estas fechas porque son las de menor tránsito de viajeros”...) que desde arriba nos envían para que cada vez que esquivemos un socavón o veamos nuestros pies de verano recubiertos por una masa de polvo y suciedad, recordemos que todo es por nuestro bien.
4 comentarios:
Todo es por nuestro bien, si, y debemos disfrutarlo. Porque una vez más ¡ser feliz es obligatorio!
!He vuelto¡
Estoy completamente de acuerdo. Le dan la vuelta a todo lo que dicen de tal manera que parece que les tenemos que estar agraecidos por todo lo que "hacen por nosotros", olvidando que son los impuestos del pueblo los que lo hacen posible.
Bienvenido de nuevo, Khazum!
Gracias por vuestra acogida. Oye Hada, me meto desde hace días pero no hay ninguna nueva entrada. ¿Cómo sobrevivo yo el día a día si no tengo ningún lugar en el que despotriquen contra todo? XD
Necesito tu opinión acerca de lo "justo" del Nobel de la Paz a Obama, o el chasco de Gallardón en Madrid 2016, por ejemplo jaja
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