Es increíble cuanto influye en la percepción de una ciudad el tiempo que haga cuando la visitamos. Hay ciudades que siempre recordaremos grises y oscuras porque nos cayó un diluvio, otras nos disgustarán por el calorazo y otras las amaremos eternamente por una temperatura suave y una luz idónea (y por supuesto por una agradable compañía).
Amberes es una de esas ciudades en las que el tiempo fue factor decisivo para mi apreciación. Además de haberla visitado en Domingo, ¡día oficial de mercadillos!
Durante mi estancia en Dublín he coleccionado toda suerte de tipografías. Van desde los caracteres gaélicos célticos, hasta las clásicas letras estilo Guinness, pasando por la estética retro, los 50, los 80, los Diners americanos, los neones... Diseño urbano en todo su esplendor.
Justo cuando acaba una película me gusta ver
los créditos, en ellos se reposa lo visto y se suele pensar qué te ha parecido
o qué vas a decir cuando te pregunten las personas con las que has ido al cine.
Y si hay que decir que es poesía visual, se
dice. Sin miedo a que te tachen de lo que sea. Por mucho que digan que eso es
lo que se dice cuando no se tiene nada que decir.
Pues Shame es poesía. Imágenes bellas
entrelazadas unas con otras. Escenas lentas, reposadas, que se recrean en la
estética de la imagen. Escenas que no tienen prisa, que te transportan hacía
ellas, que te invitan a entrar.
En Shame, Carey Mulligan canta New York, New
York, y la escena dura lo mismo que tarda ella en cantar la canción (tiempo de
la historia = tiempo del discurso), y en el transcurso te da tiempo a disfrutar
la música y la escena, y a entrar de lleno en ella. Eso es poesía.
O cuando Fassbender corre por las calles
desiertas de Nueva York. Y corres con él, porque el ritmo de la película te lo
permite.
Tampoco quiero
pasar sin mencionar la primera escena en el vagón de metro. Es una escena tensa
y excitante (más, quizá que otras escenas más evidentes de la película), en la
que es necesario que haya ese ritmo y esa pausa mencionados. Ese ritmo que hace
que algunos tilden las películas de lentas y aburridas.
En fin, el contraste entre una historia
carente de cualquier poesía, pero unas hermosas imágenes, unos decorados
impolutos y unos actores de excepción. En definitiva, una película con un ritmo
particular y una historia cruda y desagradable. Una historia de
vergüenza narrrada sin ningún pudor.
Y ni siquiera necesitaba hacer una crítica de
Shame (no ahora que tengo un montón de pelis sobre las que hablar). Pero en
honor a las personas con las que fui al cine y empezaron a minusvalorar la
película sin haber si quiera reposado el final, sin esperar a sentir el aire
fresco de la calle en la cara… en honor a ellas escribo estás palabras, y por
lo que veo (nunca sé bien lo que pienso de una película hasta que escribo sobre
ella y empiezo a sacar cosas dignas de análisis o mención) me pareció una buena
película.
Beber café en Lieja es más que un placer. Aquí ilustran el café con galletitas, licor de huevo, azúcares varios o virutillas de colores. La mejor invención son los platos para el café; tienen el hueco para la taza a un lado, para poder tener espacio para las galletas y los frasquillos de leche.
Yo, condenada por las mañanas al nescafé de marca blanca, me deleito con los cafés de las terrazas belgas, en los que, si el tiempo lo requiere instalan unas estufas que prácticamente te obligan a quitarte el jersey.
Se trata de un café suave, muy diluido, que te permite beberlo por las tardes y dormir por las noches.
Me hago fan de las bandejitas plateadas y las galletas de canela.
Bruselas es una ciudad realmente bonita, casi sería perfecta si desaparecieran de ella un 90% de los turistas (y dejo un 10 por que yo también me quiero quedar). Pienso que me gustaría vivir allí. Pasear por sus animadas callejuelas con un gofre en la mano e ir de compras por sus magnificas galerías. Ir al cine, al teatro, a los museos. Trabajar en una embajada y escuchar el eco de mis tacones por sus grandes avenidas. Comprar discos en sus tiendas para amantes de la música. Salir a cenar Moules con una boina hecha a medida chez Monsel.
Se que volveré pronto, pero no para quedarme (todavía).