31 de marzo de 2011

Peter Beste y el True Norwegian Black Metal


Hoy he estado en la exposición True Norwegian Black Metal, sita en Cuervo Store, Madrid (y prorrogada hasta el 30 de Abril). Allí se encuentra una muestra de las 150 fotos que el norteamericano Peter Beste realizó a lo largo de seis años sobre la escena del black metal noruego.




Las fotografías resultan de un gran atractivo debido a dos factores importantes: por un lado el glacial paisaje nórdico, y por otro la conseguida y estudiada estética de los blackers.
Además, se aprecia en ellas una notable influencia de la fotografía callejera en la que está bien curtido su autor.
Beste apuesta por composiciones tan sencillas como efectivas, en las que prima el contenido sobre la técnica, y en las que lo primordial es captar el momento (como él mismo explica en esta entrevista que concedió a El País con motivo de la inauguración).
En su página web están todos sus trabajos; en concreto me han encantado las series Rural Scandinavia y London Grime.
También muy en la línea de esta exposición, la fantásticas fotos para una promo de Immortal.




La mayoría de las fotos están en Internet, pero merece la pena acercarse a Cuervo Store (C/ Velarde, 13) para verlas puestas en los marcos vintage o colgadas de vigas de madera. El local es sumamente acogedor (y pequeño), puedes sentarte en el sofá de piel marrón y pensar que estás en tu luminoso apartamento de Malasaña.


Ah, y también tienen unas camisetas muy bonitas.

24 de marzo de 2011

Preestreno: Sucker Punch

Sucker Punch y las pestañas postizas



Reticencia. Esa es la palabra. Ante un producto claramente orientado al público friki, amante de los videojuegos, los comics, el manga y las batallitas. Tras ver un tráiler cursi que más me recordó a La Pequeña Princesa de Shirley Temple que a 300. Y todo hay que decirlo, tras leer una crítica desfavorecedora y aparentemente realista.
Quizá por todo ello, por entrar con bajas expectativas y ganas de criticarlo todo, salgo encantada. Me ha gustado. Una peli super friki me ha gustado. Me he reído, sonreído y hasta emocionado (cuando la madre dragón encuentra a su hijo, no diré más).

Pero no todo pueden ser alabanzas. Lo primero que me rechina, y me recuerda a Shirley McLaine en Dos Mulas y una Mujer (ese encantador western con Clint Eastwood y enigmática música de Ennio Morricone), es el exceso en pestañas postizas (por no recalcar el exceso de maquillaje en general). Una joven llorando desconsoladamente por la muerte de su madre, destrozada y sumida en la tristeza, pero con unas intactas y perfectas pestañas postizas. Vaya, como Shirley en medio del terregoso y polvoriento desierto, en medio del ejército juarista, y con las pestañas y el eyeliner siempre en su sitio.

Supongo que parece una chorrada teniendo en cuenta que las pestañas postizas son uno de los elementos que podríamos considerar más realistas de la película. Quiero decir, al lado de saltos imposibles, golpes impensables y piruetas inverosímiles. Multiplicado por mil. De acuerdo, es una película fantástica a más no poder. Refleja una idea, un sueño, una concepción personal – personalísima – de su director. No es de extrañar, todos lo hacen. Adquieren fama, ganan la confianza de las grandes productoras y hacen entonces lo que siempre han querido hacer. Los productos más excéntricos, las locuras fílmicas más impensables. Y general, como artistas que son, consiguen los mejores resultados y generalmente un hueco en la Historia del Cine (aunque quizá no sea a corto plazo).

Si por algo destaca Sucker Punch es por su rigurosa actualidad (asustada me hallaba en la butaca, pensando que todo el cine que se hiciera a partir de ahora fuera a ser así). Porque aúna todo lo que el público quiere ver, todo lo que gusta en este preciso momento. Es una película de hoy, del presente más absoluto. Y consigue serlo sin necesidad de falso 3D, ni de durar tres horas, ni de sexo, y poniéndonos serios, relativamente sin guión.

Una de las grandes bazas de la cinta, supongo que bien recibida por los “comunicólogos” que abarrotábamos anoche una sala grande del UGC, es la importante presencia de la historia del cine dentro de la película, a medio camino entre el homenaje y la parodia. Desde los evidentes como Kill Bill o El señor de los anillos, hasta los más sutiles, como los zapatos de Baby Doll, que bien podrían tener su inspiración en los de Dorothy en El Mago de Oz. Así mismo llego a pensar que los escenarios del psiquiátrico son los mismos que usó Scorsese en Shutter Island, y a cuyos vericuetos psicológicos recuerda también en cierto modo.

El reparto destaca más por lo evidente de su elección que por la calidad de su interpretación. El contrapeso masculino de Scott Glenn, un actor que no recordamos por ninguna película en especial, pero que encarna a la perfección los valores de ese héroe decidido y duro, pero a la vez buena persona, y el buen hacer de Abbie Cornish, levantan las actuaciones mediocres del resto de chicas, la inexpresividad absoluta de Emily Blunt y la poco más que correcta presencia de Oscar Isaac y Carla Gugino.

Desde un punto de vista técnico, además de la solución estética de videojuego, que deshumaniza absolutamente los rostros, sobre todo de la protagonista, en los primeros planos, recurre a una planificación espectacular y de gran creatividad. Destacan los majestuosos planos cenitales, los planos detalle, y los movimientos de cámara como elemento generador de significado. El paneo final, con una extraña focalización en la mirada de Baby Doll, genera una brillante tensión y consigue uno de los mejores logros técnicos de la película, acompañado del desenfoque-enfoque con que culmina.

Esta escena final que sorprende, que no te esperas, que a parte de ser un claro homenaje a Mad Men, tanto por el vestuario como por la brillante presencia de nuestro amadísimo Don Draper, queda eclipsada por la ñoña moraleja final, a la que apenas prestas atención y que olvidas nada más termina (creo recordar que venía a decir algo como “se tú mismo”, pero ¿quién quiere oir consejos de autoayuda después de haberse sometido a tal espectáculo visual?).

3 de marzo de 2011

El cielo de Cimino



Hace tiempo que quería dedicarle un post a Cimino. Para mí fue hasta el año pasado un director injustamente desconocido. En un ciclo de la facultad se proyectó “La puerta del cielo” (Heaven’s gate, 1980) y a raíz de eso ví “El Cazador” (The Deer Hunter, 1978), que es hoy una de mis películas preferidas. Durante el cineforum se comentó el fracaso que supuso esta película tanto para el público como para la productora, y cómo afectó a la posterior carrera de Cimino. Después de ver la película no podía comprender como una obra maestra como la que acababa de contemplar había podido suponer un fracaso. Con las cifras se puede intuir una parte del asunto: la película tuvo un presupuesto de 40 millones de dólares, de los que tan solo recaudó 3 millones en Estados Unidos. Provocó la quiebra de la compañía United Artists, que fue comprada al año siguiente por MGM. La productora había decidido apostar por Cimino debido a su creciente éxito a raíz de la oscarizada “El Cazador”, que lo convirtió en una de las promesas del Hollywood del momento. Sin embargo, su personal concepción del cine lo llevó a crear una película que duraba más de cinco horas (que hubo de ser cortada radicalmente tras su preestreno) y a enfrentarse a la incomprensión del público y la crítica.

La puerta del cielo es un peculiar western ambientado en la etapa final de la conquista del oeste, en el marco del enfrentamiento entre campesinos y ganaderos, latente desde su llegada a “tierra de nadie”. La película está dividida en tres episodios. Cada uno de ellos contiene una escena de estructura circular, que constituye uno de los elementos más interesantes e innovadores de la película. Estas tres escenas, dos de baile y una de batalla, han sido fabricadas al detalle en su composición de círculos que giran sobre sí mismos y alrededor de un centro, consiguiendo una brillante armonía, que las hace redondas en todos los sentidos.

El baile sobre patines que tiene lugar en el local que da título a la película, protagoniza una de las escenas más maravillosas que he visto nunca. Acompañados de una música popular, virtuosamente interpretada por un joven violinista, y una atmósfera terrosa y polvorienta que nos transporta directamente al Wyoming del siglo XIX, el pueblo entero baila, olvidando por un momento sus preocupaciones.

Contemplen está espléndida escena, y díganme si no les entran ganas de subirse a unos patines y dar vueltas y vueltas con Isabelle Huppert y Kris Kristofferson.