Ayer murió Gulfilis. Mónica lo descubrió: frío, tieso, inmóvil. Cómo cualquier muerto. Ella subió las escaleras corriendo y sentenció con voz calmada y despacio: “se ha muerto Gulfilis”, cómo si ella misma no se lo creyera. Cuando todos bajamos, ella lo cogió en su mano; nunca había estado tan estirado. A mí me dio mucha pena; en general, todas las muertes me dan pena, así que esta no fue una excepción.El problema fue que no comprendí porqué había muerto. Mi madre no paraba de repetir, como para convencerse a sí misma, que Gulfilis tenía más de dos años y que eso era mucho para un hámster. Pero yo necesitaba un motivo, algo a lo que achacar el último suspiro de Gulfilis. Supongo que morir de algo es mucho menos terrible que morir de nada. Siempre dicen que morir de viejo es lo mejor, al menos lo más natural, pero yo creo que morir de viejo es terrible; es cómo dejarse llevar; como morir por la sencilla razón de que en algún momento hay que morirse, y que, si ya de viejo no te has muerto por cualquier otra cosa, lo harás por eso. Porque es así como hemos de acabar todos.
2 comentarios:
Y luego están los que viven muertos.. esos si que me ponen los pelos de punta.
Gulfilis, me encanta el nombre (aunque tenía escrito su destino, ese término huele a enfermedad desde lejos)
;-)
enfermedad, nunca lo había pensado. Es verdad, "tenía una gulfilis crónica"...
Todos somos a veces muertos vivientes...
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