10 de julio de 2009

Annie Leibovitz en Madrid

“Tiene que abandonar la sala”. Una monótona voz de ciborg me acompañó hasta la puerta sin cambiar su respuesta ante mis réplicas. Mi visita a la exposición terminó por hacer fotos a las fotos de Annie Leibovitz. Ya saben lo que opino de la prohibición de hacer fotos en museos y salas de exposiciones: me parece la estupidez elevada al absurdo. Ante un cuadro del siglo XV podría entender tal postura si un experto me explicara que una foto sin flash daña la superficie de la pintura, ante una tienda que vendiera postales con reproducciones perfectas de las obras expuestas en una sala, entendería también el afán recaudatorio, pero ante unas fotos enmarcadas con cristal (y sin tienda) no hay motivo que valga. ¿Plagio? ¿Quién puede plagiar a Annie Leibovitz? Se trata de captar el ambiente, la persona que se acerca a contemplar ese detalle tan conseguido, la gente que transita ante la mirada quieta de los retratados. Si lo pueden hacer los medios acreditados, porque no yo.
En este caso lo peor no fue el motivo, sino la falta de motivos. Pasar la cámara por un escáner y que nadie te diga que no puedes hacer fotos, no ver carteles de prohibición, observar a la mitad de la sala hacer fotos y que nadie te diga porqué no puedes hacerlas. En cualquier caso, el ciborg llegó tardé; el daño irreversible para la superficie del metacrilato ya estaba hecho.


La exposición en su conjunto me decepcionó: colas interminables y salas abarrotadas de gente. Reflejos de luces muy mal situadas que impedían una visión perfecta de las fotos. Un panfleto carente de diseño y una colocación de las obras sin orden ni concierto. Un desorden nunca cuestionado y frecuente en las actividades culturales organizadas por la Comunidad de Madrid. Dicho queda.

Otra cosa bien distinta son las fotos de Annie Leibovitz, en concreto sus retratos, que me atrevería a definir como perfectos, por su encuadre y su composición, su contraste y sus luces y sombras, por su estridente color o su serio blanco y negro. Me quedo con los retratos de Robert De Niro y Al Pacino, dos grandes actores y mafiosos de película, retratados por separado pero cuyas fotos forman un evidente díptico. En el mismo estudio y con la misma vestimenta a medio camino entre familia Corleone y Scotland Yard.
Y mi otra preferida: el retrato de Johnny Cash. En el porche de su casa de Tennesse, donde aparece junto a June Carter y sus hijas, como un padre americano más.
También es graciosa la foto que capta un momento supuestamente improvisado en casa de Patti Smith; sus dos hijos parecen haber calculado expresamente como quieren salir en la foto; el uno con su guitarra y el otro con su gatito, mientras su madre, resignada, descansa en el sofá.


En general me han gustado las fotos; los retratos, todos; del resto de fotos me decepcionó encontrar un par de fotos malas. Supongo que para ella significan algo, y esta es su exposición; “Vida de una fotógrafa” la han titulado. Pero ese enorme díptico de un liquen desenfocado en blanco y negro... La gente me mira llevándose las manos a la cabeza cuando comento a mis acompañantes que la foto del liquen me parece muy mala. Pero que sea de Annie Leibovitz no quiere decir que tenga que ser buena. En una entrevista, la fotógrafa decía que se contentaba con hacer cinco fotos buenas al año. Para ella las mejores no son las de Brad Pitt o las que realiza por encargo para las mejores revistas de moda del mundo. Sino tal vez las que muestran a sus padres levantándose de la cama un domingo, o las de aquel liquen que encontró en un paseo con sus hijos por el campo. Quién sabe.

Su faceta como reportera me ha sorprendido. Hay una estupenda instantánea de la administración Bush, un retrato de familia en el despacho oval, donde parece que podamos ver el interior de las mentes de cada uno de los personajes, estratégicamente colocados.


Actores, cineastas, políticos, familiares, amigos, Susan Sontag, bailarines, paisajes, cantantes. Todos han querido ser vistos por ella. Ella que ve, a través de su cámara, mejor que los demás. Ella, cuyos disparos pasarán a la eternidad.

Imprescindible.

En la Sala Alcalá 31 hasta el 6 de Septiembre
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8 comentarios:

Guybrush dijo...

A ti te ataca un ciborg y a mí me rompen la película: sabotaj/ge a las actividades culturales de la Comunidad de Madrid YA.

Nimendil dijo...

Es hasta irónico que te echen de una exposición de fotografía por hacer fotos.

Miss Indochine dijo...

Nim, tiene razón... es hasta írnico...

uhm... me gusta tu blog ^^

Ana Belén dijo...

Te´nía curiosidad por saber tu experiencia en la expo y aquí he acabado...

Debo reconocer que fui un día de diario y pese a ahcer una peqeuña cola no acabé muy desquiciada. No había mucha gente y la ausencia de luz no me molestó mucho ya que no tuve que luchar contra terminator por sacar unas instantáneas.

Anyway, parece que todos los madrileños estamos resignados a las chapuzas de organización por parte de la Comunidad...

Ana-Cronista dijo...

ANA, al menos antes todas las exposiciones pasaban por aquí, por chapuceras que fueran. Ahora ya ni eso! Sin duda volveré algún día menos transitado.

Ana-Cronista dijo...

Gracias Lintu**, Bienvenida!!

Anónimo dijo...

Yo fui ayer, con muchas colas pero con relativa tranquilidad dentro de las salas y MUY buena música.

Y también me encantaron los retratos de Al Pacino y Robert De Niro. Me quedo también con más de una de las que hizo en Sarajevo (concretamente hay una de una bici en el suelo que es increíble).

Ana-Cronista dijo...

Curioso lo de la música, cuando yo fui o no estaba o ni se oía.
Supongo que me perdí las de Sarajevo gracias al Ciborg.